Burano - Venecia |
¿Quizás haya más colores en la existencia de los que nuestros juicios morales tradicionales nos dejan ver y sentir?
SANTUS JANUARUS lleva por título el LIBRO IV de la CIENCIA JOVIAL de Nietzsche y su primer aforismo (276. PARA EL NUEVO AÑO, 1882), contiene un deseo la "moral más privada" de la que quiere dotarse:
¡un pensamiento que será para mi
fundamento, aval y dulzura de toda la vida ulterior!
Quiero aprender cada vez más a ver
lo necesario de las cosas como lo bello:
así seré uno de los que hacen bellas las cosas.
AMOR FATI: ¡sea este a partir de ahora mi amor!
...
Y, en general y en definitiva:
¡quiero algún día ser sólo alguien que dice que sí!
En la última sesión del Seminario Nietzsche Complutense en en La Casa del Lector, en Madrid, el ponente Sergio Antoranz defendió una brillante interpretación de dicho Libro en fundadas y muy elaboradas tesis:
Al introducir el amor fati,
el amor al destino como
tirada de dados,
Nietzsche está asumiendo
que aquello
que soy no puede aferrarse
a una idea de lo vivido,
sino desplegarse como
incertidumbre
y al mismo tiempo como la necesidad
de enfrentarse a toda
herencia.
En este sentido, hay dos
luchas
contra las que debe
enfrentarse
esta nueva moral, por un
lado, atender a la historia
como un proceso donde la
razón ha confabulado
un tipo de ser humano,
una necesidad
cuya naturaleza es
siempre segunda.
La historia está
teledirigida
y nosotros vivimos
dentro de ese marco,
volverlo personal,
tornar el conocimiento
como la herramienta de
la emancipación de la historia,
ésta será la tarea del
héroe,
el deber de imprimirse
un estilo.
Solo en el conocimiento
del pasado
encontramos la
posibilidad de la liberación.
Exigencia de conocimiento, por un lado, como esencial incluso para "aprender a amar" (aforismos 333 y 334). pues la ciencia también nos pone sobre la pista de aprehender algo que se nos escapa del pensamiento, como son los sentimientos, las emociones y las pasiones.
Pero, para hacer "jovial" tal ciencia, se requiere el otro rostro jánico del arte, como creación de vidas sentidas
Toda filosofía ha sido una
extenuación
del sentido, el triunfo de una hegemonía
de la que Nietzsche
pretende deshacer
y desvelar la trama,
atendiendo a la posibilidad de otras
voces,
convirtiéndolo en una tarea intransferible,
al igual que el artista es
un celoso de su obra
y no permite ningún tipo de invasión.
El artista es un héroe
que lucha para dar sentido
a una serie de
contingencias,
la locura liberada de la resistencia
de una moral que culpa el
egoísmo,
ése será el anhelo del próximo año
bajo los auspicios de Sanctus Januarius,
donde el arte es
esquizoide
porque no puede reducirse a un rostro,
por el contrario, debe
incorporar
cualquier mirada, cualquier voz
en el fulcro proceso de ofrecer
sentido a las extravagantes demandas
de nuestro deseo.
Aunque todas las voces que ha
escuchado
la filosofía han sido esquizoides,
no todas las filosofías han tenido
un rostro jánico.
Aquí se está buscando muchas voces
y al menos una mirada que
tienda
hacia el pasado sin olvidar que se enfrenta
a algo que no puede ver.
Una
forma de filosofía artística, jánica y esquizoide
La seductora tesis de Antoranz culmina con una visión del "eterno retorno", como destino del "amor fati", con esta suerte de conclusión textual:
El eterno retorno atenta
en un solo movimiento
contra toda
moral
y metafísica reinante,
y cumple con el cometido
de la obra de arte:
hacer
del instante
algo digno de repetición.
Ya hemos tratado en este blog de esta misma idea y el instante como punto de inflexión ( http://filosofandopoemasvitales.blogspot.com.es/2014/12/idiota-rompe-psicopolitica-hacia-alegria.html ) pero aquí se apunta como una suerte de nueva moral, que propugnaría Nietzsche como "la más privada" y cuya nominación conduce al ponente a llamara "de los momentos breves" o de cada momento en que pasamos a "SER OTRO" (aforismo 307), lo cual indujo una polémica en el debate.
El peligro de su relativismo puso de manifiesto hasta qué punto es arriesgado interpretar a Nietzsche, puesto que quizás ni el mismo ponente llegó saber traducir la ética del amor propio que defendía en su ponencia (Una moral del amor propio para amar el destino era el título de uno de sus apartados).
El dolor no debe ser un motivo
para abrazar la posibilidad de otros mundos,
sino para descubrir en éste
una tarea heroica de amor.
La conquista de este tipo de conocimiento
sólo puede ejecutarse desde el amor fati,
transferir la alegría al conocimiento
instaurado desde una dinámica
que no atenta contra lo vivo,
una sabiduría que goza de jovialidad
al deshacerse de las cadenas heredaras,
sólo así, puede lograrse el proyecto
más alto propugnado por cualquier
filosofía: llegar a ser lo que somos.
El dolor es el indicativo de que algo poseído,
que producía placer, provecho o poder,
ha desaparecido, el dolor es la última forma
en la que se presenta algo deseado
que se ha perdido, y esto nos obliga
precisamente a buscar
alguna otra experiencia
capaz de reconfortar las fuerzas.
El dolor nos obliga a abrazar
el destino si reconocemos
en nuestra acción el motivo más alto
de una lucha, si el dolor pretende negarse,
anestesiarse o purificarse en los confines, entonces encontramos un tipo de fuerza
que no es capaz de incorporar
lo perdido como momento de expansión
y sólo busca la conservación a
costa del debilitamiento...
El eterno retorno simplifica
la suma de condiciones
de una moral que sólo puede ejecutarse
en el que caso de que me quiera a mí mismo
Creo que al final hay algo de traición inevitable o inconsciente a las tesis de la ausencia de sentido o de dejar de propugnar hipócritamente salvaciones o redenciones.
Una mirada sin imposición de sentidos a lo real puede ser más propio del "amor fati" y quizá con tal desposesión no harán falta colores de ningún heroísmo, sino los propios y más vivos de la existencia inmanente.
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