Dos ventanas ante una navegación arriesgada para seguir por vericuetos personales que llenen la existencia, mejor que recurrir a grandes sistemas que abandonan el sentir.
Albiac elegió a Spinoza para demostrar una erudición que pasó por Pascal y sus enseñanzas provocadoras en Port Royal y todo itinerario de lo que entraña la política:
El poder es lo fingido.
-
Artesanía de la imaginación.
-
No hay Rey, hay imagen de Rey.
-
La política es la parte del diablo.
Al terminar la exposición del primer día: ¿que queda de libertad para Spinoza?
Libertad es entender. Conocimiento.
-
Felicidad es libertad de la mente.
-
La razón no desplaza a los afectos
igual que la libertad
no desplaza la servidumbre.
-
La razón interviene
sobre la red determinativa
de los afectos.
Tal y como se expone en su presentación de la CASA DEL LECTOR, la segundo sesión prometía ser más personal y de nuevo fue otro alegato contra las ilusiones de la política, aunque reveló hasta que punto su itinerario de devociones marxistas han acabado reduciéndose a las citas beatíficas del "amor dei intelectualis" de Spinoza.
El sabio considerado en cuanto tal
apenas experimenta
conmociones del ánimo,
sino que, consciente de sí mismo,
de Dios y de las cosas
con arreglo a una cierta
necesidad eterna,
nunca deja de ser, sino que posee
el verdadero contento de ánimo.
(Spinoza, Ética deomostrada
según el orden geométrico,
Parte V, proposición XLII,
traducción de Vidal Peña)
Un estudio que ahí se cita me permitió volver a otro apasionante autor como es Benjamin Constant, cuyas sabias disquisiciones llegaron a enfrentarle nada menos que a Kant, para salir vencedor con atinadas argumentaciones como las siguientes:
Los
prejuicios han gozado
(Bajo las instituciones que existían antes de la
Revolución)
de esta gran ventaja: al ser la base
de las instituciones se han
visto adaptados
a la vida común por un uso habitual,
han enlazado estrechamente
todas las partes
de nuestra existencia,
se han convertido en algo íntimo,
han
penetrado todas nuestras relaciones.
Y la naturaleza humana,
que siempre se
acomoda a lo que es,
se ha construido con los prejuicios
una especie de
refugio,
una suerte de edificio social
más o menos imperfecto
pero que al menos
le ofrece un asilo.
Todo hombre, remontando de esta suerte
desde sus intereses
individuales
a los prejuicios generales,
se ha atado a estos como a lo que conserva
aquellos.
Los
principios, que siguen una vía precisamente opuesta,
han debido de gozar de una
suerte totalmente diferente.
Los principios generales han llegado los primeros,
sin vinculación
directa con nuestros intereses
y en
oposición a los prejuicios que protegían a esos.
Así, han adoptado el doble
carácter
de extranjeros y de enemigos.
Han sido vistos como cosas
generales y
destructivas;
los prejuicios, como cosas individuales y preservadoras.
Cuando
poseamos instituciones fundadas en principios,
la idea de destrucción se
vinculará a los prejuicios,
pues entonces serán estos los que ataquen.
Por
ejemplo, el principio moral
que declara ser un deber decir la verdad,
si
alguien lo tomase incondicional y aisladamente,
tornaría imposible cualquier sociedad.
Tenemos la prueba de ello en las consecuencias
muy inmediatas que un filósofo
alemán (Kant)
sacó de este principio,
yendo hasta el punto de afirmar
que la
mentira dicha a un asesino
que nos preguntase si acaso
un amigo nuestro,
perseguido por él,
no se refugiaba en nuestra casa,
no sería un crimen.
Sólo en
virtud de principios intermediarios
ha podido este principio ser aceptado sin
inconvenientes.
Es un deber decir la
verdad.
El concepto de deber es inseparable
de concepto de derecho.
Un deber es
aquello que corresponde
en un ser a los derechos del otro.
Donde no hay ningún
derecho
no hay ningún deber.
Por consiguiente, decir la verdad es un deber,
pero solamente en relación
a quien tiene el derecho a la verdad.
Ningún hombre,
por tanto, tiene derecho
a la verdad que perjudica a otros
Pero la imagen icónica de esta sesión se centró de nuevo en la política y, a tal efecto, en el cuadro de LOS EMBAJADORES de Hans Holbein El Joven:
Y su secreto visual pasa a ser la metáfora de la política:
Lo que nunca debe
ser visto: el engaño.
(Muerte en el corazón del cuadro)
La célebre calavera anamórfica desvelando cómo se distingue entre lo que puede y no puede verse: esencia de la política.
Contra la salvación en la historia
rodeo hacia Spinoza
para volver a leer a Marx
-
Lectura antidialéctica de Marx.
-
Malentendido del materialismo,
el idealismo exige dialéctica
y finalidad. Las ideas de revolución
trasladan el idealismo hegeliano.
-
Suspensión del sentido.
Cerró, curiosamente, su intervención Albiac con un cita del autor que luego glosaría Argullol, para evocar un célebre CANTO de Leopardi, que así termina:
Y tú, lenta retama,
que con fragantes hojas
adornas estos campos desolados,
también muy pronto a la cruel potencia
sucumbirás del subterráneo fuego,
que retornando al sitio
ya conocido, extenderá su manto
sobre tus tiernos tallos. Y, rendida,
inclinarás bajo el terrible peso
tu inocente cabeza;
mas hasta entonces no la habrás doblado
cobardemente suplicando, ante
el futuro opresor, ni a las estrellas
la habrás erguido con insano orgullo,
ni en el desierto, donde
lugar y nacimiento
la suerte, no tu gusto, quiso darte;
pero más sabia y sana
que el hombre, no has pensado que tus débiles
retoños, inmortales
se hayan hecho por ti o por el destino
que con fragantes hojas
adornas estos campos desolados,
también muy pronto a la cruel potencia
sucumbirás del subterráneo fuego,
que retornando al sitio
ya conocido, extenderá su manto
sobre tus tiernos tallos. Y, rendida,
inclinarás bajo el terrible peso
tu inocente cabeza;
mas hasta entonces no la habrás doblado
cobardemente suplicando, ante
el futuro opresor, ni a las estrellas
la habrás erguido con insano orgullo,
ni en el desierto, donde
lugar y nacimiento
la suerte, no tu gusto, quiso darte;
pero más sabia y sana
que el hombre, no has pensado que tus débiles
retoños, inmortales
se hayan hecho por ti o por el destino
Pero Argullol abordó su testimonio desde una "complicidad personal" mayor, hasta el punto de confesar que seguía con aquellos autores con los que tras la fascinación juvenil han sabido después retornar desde una comunicación íntima.
Este era el caso para él de Giacomo Loapardi (aunque pensó también al principio convocar a Nietzsche pero creyó que ya otros filósofos lo reivindicarían, como más notorio) pero halló en este menos conocido
Un interlocutor actual.
Con poder actual de interrogación.
Y complicidad intelectual.
Llegó a expresar que Leopardi (1798-1836) dice muchas cosas que luego dirá también Nietzsche, pero 50 años antes.
Calificó a Leopardi de cómplice sólido, también gran seductor (como Nietzsche) pero que también su vuelta al mismo compensa al entenderlo más después en muchos matices.
Como niño enfermizo, Leopardi, creció en soledad y cultivándose en la extensa biblioteca de su padre, de lo que resultó un escritor polifónico y singular, abordando tres tipos de producciones: sus célebres CANTOS poéticos (por los que es más conocido), unas pequeñas obras morales (diálogos filosóficos de personajes históricos, míticos, cotidianos o espirituales) y unos secretos pensamientos conocidos como Zibaldone (miles de páginas sólo reveladas tras su muerte).
Esta última obra es la que resulta más seductora para Argullol hasta llegar a calificarlo de un vivo recorrido ético, cuyo avance lleva a la construcción del propio carácter, a través de sucesivas reflexiones circulares, de vuelta los pensamientos que se van elaborando con el tiempo.
Explicó Argullol cómo Leopardi va destruyendo las murallas de la consolación:
Primero las de la religión,
como fantasmagoría o ilusión,
que debe atravesar para conocerse
y por ello se abraza a la razón ilustrada.
-
Pero también derriba las de la razón,
igualmente por ilusorias
para refugiarse en La Naturleza
(romanticismo).
-
Cae asimismo la Naturaleza
por su carácter patológico,
para caer en el nihilismo,
en el desnudo "todo es nada",
momento duro de su viaje.
-
Poesía sería la salvación
como afirmación de la vida.
-
Es necesario un estado
de desesperación
para gozar de la vida
(6 de julio de 1822).
Ya al final de su primera exposición el debate con el público pasó a la crítica de la sociedad actual para preguntarse:
¿Carecemos de capacidad
para crear valores de ilusión?
La poesía es la revelación
de ese sentimiento de la nada
y, al unísono, su negación o,
de modo más exacto,
la forma potencialmente
más elevada de ilusionar
al hombre con tal negación.
(Libro reproducido, pág. 78,
a propósito de Lopardi)
-
El hombre está enajenado
de su amor propio,
y esta circunstancia
se muestra como ceguera,
en la mayoría de la humanidad,
o como desesperación
entre aquellos que sí perciben
y tratan de rescatar
el "instinto de vida"
(ob. cit. pág. 75).
Acabó Argullol confesando una particular clasificación de lo que escribe en un espectro que va:
Del SILENCIO:
donde incluye lo poético;
hasta el RUIDO,
situando aquí los artículos
de opinión en periódicos
(aludió a uno en EL PAIS
titulado VIDA SIN CULTURA);
y entre ambos extremos
sus relatos, novelas y ensayos,
por orden de separación entre
el primero y el segundo.
Aunque dijo no acabar de ser fiel a una categoría estricta, moviéndos entre ambos polos hasta su obra más personal y autobiográfico que sería su VISION DESDE EL FONDO DEL MAR.
Explicó al respecto su particular "método" de abordaje volteando una y otra vez la lupa de su "microspio"o "telescopio" para pasar de lo más íntimo (antes de ser "obsceno" en su etimología de fuera de la escena) a virar hacia lo universal, y cuanto este se acercaba a los abstracto, como separado de la realidad, volver a rotar la lupa en orden a la vuelta a lo vivido.
Desde luego, como seducción personal mi sentimiento de complicidad intelectual se sitúo más con este último y particularmente me ha conducido con pasión a Leopardi, del que casualmente encontré sus DIALOGOS en un preciosa "primera edición para la COLECCIÓN AUSTRAL de ESPASA CALPE, impreso en Argentina el 20 de julio de 1939:
Incluye, por ejemplo, un pequeño DIÁLOGO DE UN VENDEDOR DE CALENDARIOS Y UN TRANSEUNTE que ha sido aludido como antecedente de la idea del eterno retorno de Nietzsche y que algún fin de año habrá que reproducirlo.
¡Larga vida a la confluencia de filosofía y poesía, de cuya cohabitación dependen tantos sentidos!
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