Lógicamente todo acaba traduciéndose en las ideas que nuestras palabras sean capaces de trasmitirnos, pero no ha dejar de tenerse presente el impulso físico de base.
Un espectáculo teatral que hasta incorpora música e interpretes de rock en directo, en una suerte de travestismo de los propios actores en épocas diversas, puede ser lo más distante de una seria conferencia del Seminario Nietzsche Complutense en la Casa del Lector, pero, aparte de su proximidad física por coincidir en espacios colindantes del MATADERO de Madrid, han llevado a contrastar en un mismo tiempo dos perspectivas geniales.
La genialidad de esta versión teatral de la conocida novela epistolar del francés del siglo XVIII Choderlos de Laclos, ha sido reconocida por muchos y mi poco significante abundamiento en ello sólo incidirá en la perspectiva de cómo la destreza en las formas de acceso sexual rompe con las perspectivas estrechas tanto de la sociedad, como de los propios individuos.
El Valmont, con el que ya ensayaran sus versiones fílmicas más conocidas tanto Stephen Frears (Malkovich) como Milos Forman (Colin Firth), siempre aparece como un artista que acaba quemándose en su propio fuego ambicioso, pero que en su esgrima emocional con muy diferentes mujeres descubre mundos desconocidos para éstas y para él mismo.
Ver esta exhibición en directo, con un alarde metafórico de sonidos y conexiones tan acertado e intenso como el que ofrece esta última versión teatral (Darío Facal), produce la impresión de que las personas se rompan en pedazos para que se reconstruyan su carne y huesos en otras personas.
Entre los momentos más poéticos de la última ponencia del Prof. Mariano Rodríguez González (a la derecha en la foto) sobre «Nosotros los sin miedo», «nosotros los sin dios»: perspectivismo contra fanatismo a partir del libro V de La gaya ciencia, podemos situar esta exposición tan en conexión con aquel espectáculo:
Será precisamente esta potencia
de la «mimicry», ya en el origen
puramente animal,
la fuente del teatro.
Pero hay que tener presente
que para Nietzsche el teatro,
a su vez, va a ser la fuente
misma de todo el fenómeno “artista”.
Y, al igual que habíamos
dicho de la gran salud,
el concepto de artista
sería peligroso, por cuanto significa
la mentira con buena conciencia,
todo el juego del disimulo
y de la máscara. Naturalmente,
partiendo de este peligro
que siempre tiene lo lúdico,
atisbamos enseguida la crucial
connaturalidad del fenómeno
del actor-artista
y el perspectivismo nietzscheano
A estas palabras siguieron unas claves fundamentales del discurso filosófico:
Vivirse a sí mismo en otras almas,
en principio, no sería sino interpretar
diferentes papeles, personajes diferentes,
todo lo distantes que se quiera de nosotros.
...
viajarse uno mismo por las otras almas
...
Y es que tenemos que recordar
en este punto que no se trata
simplemente de vivir en otras almas,
sino de vivirse en otras almas;
o sea, se trata de experimentar
todas las valoraciones habidas
y por haber, pero desde
la más propia experiencia.
El papel fundamental del teatro en este logro del perspectivismo que permite buscar otra voluntad creadora de creencias personales viene a ser un esfuerzo de Nietzsche que se ha descrito con brillante magistral, pero incurre en un gran misterio cuando por este gran filósofo se encarna en una determinada metáfora que tan bien ilustra el citado profesor:
Como dios de las máscaras,
Dionisos es el dios del teatro,
tanto trágico como cómico.
Es el símbolo del perspectivismo
como modelo divino.
Y en algún lugar de Crepúsculo
de los ídolos Nietzsche
entiende el fenómeno dionisíaco,
del que pretende ser descubridor
en su auténtico sentido,
como el fenómeno del histrionismo,
o del histerismo. Una excitabilidad
emocional tan extremada
que se responde inmediatamente
a cualquier indicación, como ocurre
con las de los hipnotizadores.
La vida, dice Nietzsche una vez más,
es una mujer, vita femina
(y toda mujer es actriz)
...
Por eso subraya Nietzsche
en estas páginas el asombroso
talento dramático de judíos y mujeres,
como sectores de la población
tradicionalmente sufridos
El que más "actúa" en la obra de Laclos es Valmont, un hombre que representa el papel del deseo y del amor ante diversas mujeres, entre las que se encuentra una dama casada, cuya sinceridad pasional acabará rompiendo los esquemas del diestro don juan.
Voluntad de ser y
voluntad de devenir:
que entre ambas se halle
tensado el arco de la vida,
que «es una mujer»,
ese y no otro sería el contenido
distintivo de la fe dionisíaca.
No fue explicada mayormente por el Prof. Rodríguez esta metáfora femenina de la vida, más que en tal sentido actoral producto del sufrimiento, pero no pudo ir más allá ante otras proclamaciones polémicas del filósofo sobre la mujer.
El nietzscheano profesor acabó su ponencia oral con una suerte de oración devota en su lectura de un evocador poema de uno de los DITIRAMBOS DE DIONISOS de Nietzsche cual es el apartado 4 del titulado FAMA Y ETERNIDAD:
El nietzscheano profesor acabó su ponencia oral con una suerte de oración devota en su lectura de un evocador poema de uno de los DITIRAMBOS DE DIONISOS de Nietzsche cual es el apartado 4 del titulado FAMA Y ETERNIDAD:
¡Supremo astro del ser!
¡Eterno escenario de representaciones!
¿Llegas tú hacia mí?
Tu muda belleza
que nadie ha contemplado
¿no evade mi mirada?
¡Emblema de la necesidad!
¡Eterno escenario de representaciones!
lo que todos odian,
lo que solamente yo amo:
¡que tú eres eterna,
que eres necesaria!
Mi amor se enciende perpetuo
sólo ante la necesidad.
¡Emblema de la necesidad!
¡Supremo astro del ser!
—que ningún deseo alcanza,
—que ningún No mancilla,
eterno Sí del ser,
eternamente soy tu Sí:
¡porque te amo, oh eternidad!—
La defensa de la voluntad de devenir como connatus superador por el filósofo nietzscheano (frente al spinoziano "autoafirmativo" que, según el Prof., quedaría en la voluntad de ser conservativa), en el sentido de encarnación de un artista que se atrevería a vivirse en otras almas, queda a mi juicio frente a otra limitación del debate interior/exterior.
La explosión de tan irreverente versión teatral tiene la virtud de haberme llevado a someter vívidamente esa tensión a un contraste todavía mayor.
"Vivirse a sí mismo en otras almas" no deja de ser un encierro interior, donde posiblemente Nietzsche reunió todas las experiencias intelectuales y emocionales de que fue capaz, pero en un hipótesis de perspectiva ineludible para la salud y para no dejar de experimentar con uno mismo, también estimo necesario "salir de uno mismo".
En lo obra teatral, particularmente algunas mujeres salen de sí mismas, para experimentar no sólo el dolor, sino también un renacimiento personal, y el rock ayuda en escena a que esto se haga todavía más palpable, pues la música parece trasmutar las personalidades con particular potencia expresiva.
Y termino el experimento con la cita de una mujer que particularmente trastocó a Nietzsche, y es que en el verano de 1882 el filósofo y Lou Andreas von Salomé compartieron días felices e intensos incluyendo la lectura de aforismos de esta última, como el siguiente:
La mayor dificultad del hombre
es encontrarse a sí mismo,
la mayor parte de las horas
de nuestra vida,
estamos fuera de nosotros.
(pág. 135, Ed. Laertes 1982,
DOCUMENTOS DE UN ENCUENTRO)
Descubierto recientemente en una librería de viejo este interesantísimo libro me ha hecho descubrir que este aforismo fue suavemente tachado en sus dos primeras lineas por Nietzsche, conservando el resto, como acertada visión de Lou, de un conjunto de sentencias comentadas por el mismo y que formaron el conocido como "Libro de Sttibe".
Curiosamente, en una versión fílmica (2007, Pinchas Perry) de una novela (EL DÍA QUE NIETZSCHE LLORÓ, de Irving Yalom) que fabula sobre ciertas circunstancias de ese encuentro, encontramos la siguiente advertencia de Lou acerca del miedo del filósofo...:
Quizá sea lo más habitual "estar fuera de nosotros", como una alienación más frecuente de lo deseable, pero también parece necesario ese "salir fuera" o "entregar poder a otro" en la medida en que ese confiable otro puede darnos una distancia imprescindible con nuestro propio averno.
En tal sentido, Lou recuerda en su ensayo sobre NIETZSCHE (Ed. Casa Juan Pablos, Mexico, 2007, págs. 21-22) el siguiente pensamiento:
Cuando uno ha logrado
encontrarse a sí mismo,
entonces hay que aprender
a perderse a sí mismo
de vez en cuando,
para encontrarse nuevamente;
a condición, por supuesto,
de que uno sea un pensador.
Puesto que nada resulta
tan dañino para este,
que el estar siempre unido
a la misma persona.
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