sábado, 14 de junio de 2014

IDEA PRIMERA de ALEIXANDRE y W.STEVENS

El poemario inaugural de nuestro Nobel Vicente Aleixandre, "ÁMBITO" (1924-1928), contiene un poema titulado "IDEA" de hondo calado filosófico:


Hay un temblor de aguas en la frente.
Y va emergiendo, exacta,
la limpia imagen, pensamiento,
marino casco, barca.
Arriba ideas en bandada,
albeantes. Pero abajo la intacta
nave secreta surge,
de un fondo submarino
botado invento, gracia.
Un momento detiene
su firmeza balanceada
en la suave plenitud de la onda.
Polariza los hilos de los vientos
en su mastil agudo,
y los rasga
de un tirón violento, mar afuera,
inflamada de marcha,
de ciencia, de victoria.
Hasta el confín externo -la lengua-,
cuchilla que la exime
de su marina entraña,
y del total paisaje, profundo y retrasado,
la desgarra.

Es fascinante tal surgimiento de la "nave secreta", cómo "polariza" el exterior y particularmente hipnotiza ese desgarro interior del "total paisaje, profundo y retrasado".

Quedan en lo profundo unas luces que no afloran al decir del habla o del pensamiento.


Esta imagen de reverberación y alejamiento en las profundidades de un paisaje profundo evoca uno de los enigmas más inseparables de la persona: lo que no se dice en el decir, o no se llega a pensar siquiera en el pensar, pero que está latente en el mismo, como un neutro desconocido y ausente.

Pero ahora deseo mantener la mirada poemática recordando a otro filosófico poeta y abogado, cual fue Wallace Stevens, invocando como un oráculo su IV poema del apartado "Debe ser abstracta" de sus "Notas para una ficción suprema":

                              


La primera idea no fue nuestra. Adán
en el Edén era el padre de Descartes
y Eva ventilaba el espejo de sí misma,
el de sus hijos y sus hijas. Se encontraban
en el cielo como en una vidriera; una segunda tierra;
y en la tierra misma encontraron una espacio verde
—los habitantes de un bellísimo verdor.
Pero la primera idea no era dar forma a las nubes
imitándolas. Las nubes nos precedían
hubo un centro barroso antes de que respiráramos.
Hubo un mito antes de que el mito comenzara,
venerable y articulado y completo.
De aquí surge el poema: de que vivimos en un lugar
que no es nuestro y, más aún, ni somos nosotros
y es duro, a pesar de los días majestuosos.
Somos los imitadores. Las nubes son pedagogas.
El aire no es un espejo sino un tablero de circuitos,
backstage oscuro y brillante, trágico clarosocuro
y el cómico color de la rosa, en la que
instrumentos abismales suenan como los pitidos
de los amplios significados que les añadimos.


(Versión de Silvia Camerotto, de 1-6-2011, en campodemaniobras.blogspot.com.es)

Y recordemos que el mismo poeta nos pone sobre la pista de su conexión con la imaginación en otros versos como los siguientes:

Dentro de sus lindes vitales, en la mente,
decimos: Dios y la imaginación son uno...
(Soliloquio del amante interior
Auroras de Otoño)

Soy el ángel necesario de la tierra
puesto que en mi visión la tierra se vuelve a ver
(Ángel en torno al ciudadano)

El poema renueva la vida para que compartamos,
por un momento, la primera idea
(Notas para una ficción suprema)

Abismales ideas que buscan siempre lo nuevo entre los pliegues de nuestro lenguaje, nuestra intuición o nuestra imginación, revelación o gracia.


           

Dijo Stevens que, por ello, la poesía ayuda a vivir (El Ángel Necesario. Ensayos sobre la realidad y la imaginación, Visor 1994).

                                     

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