lunes, 1 de septiembre de 2014

DESTINO vital AUTENTICIDAD serie SIX FEET UNDER fluir Londres, Venecia, Lisboa

Acompañarse de "A dos metros bajo tierra" (Six feet under, en el original de la serie televisiva de la HBO) durante un verano, para revisitar su devenir con mi pareja, no parece una dedicación apropiada para la salud vacacional, pero para nosotros viene siendo un reencuentro familiar, en el mejor y más personalizado sentido de cercanía y fuente de debate sentimental e intelectual.


Son sus devenires existenciales una poesía vital de tal intensidad que tras más de 50 capítulos de varias temporadas, el precipitado de experiencias integra un recorrido con numerosas reflexiones particulares y generales de gran interés.


Como la visión de esta colección completa está por terminar y no se trata de concluir nada, pues también se caracteriza por dejar abiertas muchas cuestiones, sólo me voy a detener en un aspecto que hace unos días fue objeto de animada conversación: el debate entre un destino vital que se busca o pretende deliberadamente y una autenticidad del fluir existencial que se abre paso desbordando lo que se piensa.

                          

Puesta que estamos ante la familia que regenta una funeraria y cada capítulo se abre con una muerte, comenzando por la del padre de la misma, este destino final está siempre presente como el telón de fondo de lo inevitable, ante lo que se abren las vidas de los protagonistas y principalmente del hijo mayor Nate Fisher, cuyo estreno en la pantalla se produce bajo el prisma de una relación sexual con la lúcida coprotagonista Brenda.

Su relación aparece como un torrente natural que marca la dinámica de sus vidas, a pesar de sus pretensiones de acometer otras dinámicas más ajustadas a la moral o al deber que impera por las circunstancias que van acaeciendo.

                

Los demás integrantes de la familia Fisher también se enfrentan a derroteros particulares: la madre viuda, la hermana adolescente y el hermano gay (un Michael C. Hall, famoso también por la serie Dexter), combatiendo todos ellos con su singulares caracteres llenos de sensibilidad directa y profunda.

Paradójicamente la más convencional, dentro de un autenticidad seductora, será la trayectoria del homosexual, que tiene claro su emparejamiento, a pesar de sus vaivenes sentimentales y sus respectivas libertades eróticas.

También en estos, pero particularmente en la pareja protagonista se hace palpables cómo es una dinámica natural la que asienta el destino que determina el devenir, más que aquello que se piensa como correcto, pues cuando se trata de recurrir a lo que nos llena de verdad sólo el rostro que siempre nos ha mirado de frente para calarnos en la intimidad acaba siendo lo auténtico.

Aun así es difícil mucha veces mirar o reconocernos en ese rostro porque no nos admitimos ni a nosotros mismos y es por lo que no llegar a ser evitables desencuentros tan cruciales hasta el punto de no soportar siquiera tal presencia.

No vamos a desvelar ningún final, ni tampoco el devenir de una de las temporadas de serie televisiva más alabadas, como es el quinta y última de "A dos metros bajo tierra".

Destacaremos para terminar lo importante del fluir que sentimos como auténtico, tanto respecto de las personas (cual los personajes principales de la serie), como incluso de las ciudades que cuando las recordamos en imágenes se nos  representan como una propia "circulación sanguínea".

Así, de Londres, entre otras cosas, queda en la retina fotográfica por ejemplo:


O de Venecia:


Y de Lisboa:


Poesías vitales también de un fluir auténticamente propio de cada carácter, como determinantes de su devenir.


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