domingo, 1 de febrero de 2015

ANTORANZ rostros JÁNICOS ciencia JOVIAL amor COLOR

Una nueva mirada de lo real desde el prisma inspirador de la ciencia puede revelarnos la falta de sentido de la existencia, a la vez que hacer de la vida la más jovial manifestación en su intrínsica facticidad.

Burano - Venecia

¿Quizás haya más colores en la existencia de los que nuestros juicios morales tradicionales nos dejan ver y sentir?

SANTUS JANUARUS lleva por título el LIBRO IV de la CIENCIA JOVIAL de Nietzsche y su primer aforismo (276. PARA EL NUEVO AÑO, 1882), contiene un deseo la "moral más privada" de la que quiere dotarse:

¡un pensamiento que será para mi
 fundamento, aval y dulzura de toda la vida ulterior!
Quiero aprender cada vez más a ver
 lo necesario de las cosas como lo bello:
 así seré uno de los que hacen bellas las cosas.
 AMOR FATI: ¡sea este a partir de ahora mi amor!
...
Y, en general y en definitiva:
 ¡quiero algún día ser sólo alguien que dice que sí!


Este libro IV, que así comienza, terminará con la invocación de las primeras formulaciones de sus más conocidas alusiones a la idea del "eterno retorno" y a Zaratustra.

En la última sesión del Seminario Nietzsche Complutense en en La Casa del Lector, en Madrid, el ponente Sergio Antoranz defendió una brillante interpretación de dicho Libro en fundadas y muy elaboradas tesis:

Al introducir el amor fati,
el amor al destino como tirada de dados,
Nietzsche está asumiendo que aquello
 que soy no puede aferrarse
a una idea de lo vivido,
sino desplegarse como incertidumbre
 y al mismo tiempo como la necesidad
de enfrentarse a toda herencia.
En este sentido, hay dos luchas
contra las que debe enfrentarse
esta nueva moral, por un lado, atender a la historia
como un proceso donde la razón ha confabulado
un tipo de ser humano, una necesidad
cuya naturaleza es siempre segunda.
La historia está teledirigida
y nosotros vivimos dentro de ese marco,
volverlo personal, tornar el conocimiento
como la herramienta de la emancipación de la historia,
ésta será la tarea del héroe,
el deber de imprimirse un estilo.
Solo en el conocimiento del pasado
encontramos la posibilidad de la liberación.

                           Sin título

Exigencia de conocimiento, por un lado, como esencial incluso para "aprender a amar" (aforismos 333 y 334). pues la ciencia también nos pone sobre la pista de aprehender algo que se nos escapa del pensamiento, como son los sentimientos, las emociones y las pasiones.

Pero, para hacer "jovial" tal ciencia, se requiere el otro rostro jánico del arte, como creación de vidas sentidas

                                   
Toda filosofía ha sido una extenuación
 del sentido, el triunfo de una hegemonía
 de la que Nietzsche pretende deshacer
 y desvelar la trama, 
atendiendo a la posibilidad de otras voces,
 convirtiéndolo en una tarea intransferible
al igual que el artista es un celoso de su obra
 y no permite ningún tipo de invasión
El artista es un héroe 
que lucha para dar sentido 
a una serie de contingencias, 
la locura liberada de la resistencia
 de una moral que culpa el egoísmo,
 ése será el anhelo del próximo año
 bajo los auspicios de Sanctus Januarius, 
donde el arte es esquizoide 
porque no puede reducirse a un rostro,
 por el contrario, debe incorporar 
cualquier mirada, cualquier voz 
en el fulcro proceso de ofrecer 
sentido a las extravagantes demandas
 de nuestro deseo
Aunque todas las voces que ha escuchado 
la filosofía han sido esquizoides,
 no todas las filosofías han tenido un rostro jánico.
 Aquí se está buscando muchas voces 
y al menos una mirada que tienda 
hacia el pasado sin olvidar que se enfrenta
 a algo que no puede ver. 
Una forma de filosofía artística, jánica y esquizoide

La seductora tesis de Antoranz culmina con una visión del "eterno retorno", como destino del "amor fati", con esta suerte de conclusión textual:

El eterno retorno atenta 
en un solo movimiento 
contra toda moral 
y metafísica reinante, 
y cumple con el cometido 
de la obra de arte: 
hacer del instante 
algo digno de repetición.

Ya hemos tratado en este blog de esta misma idea y el instante como punto de inflexión ( http://filosofandopoemasvitales.blogspot.com.es/2014/12/idiota-rompe-psicopolitica-hacia-alegria.html ) pero aquí se apunta como una suerte de nueva moral, que propugnaría Nietzsche como "la más privada" y cuya nominación conduce al ponente a llamara "de los momentos breves" o de cada momento en que pasamos a "SER OTRO" (aforismo 307), lo cual indujo una polémica en el debate.

10968435_787491294671440_5957507433633438085_n

El peligro de su relativismo puso de manifiesto hasta qué punto es arriesgado interpretar a Nietzsche, puesto que quizás ni el mismo ponente llegó saber traducir la ética del amor propio que defendía en su ponencia (Una moral del amor propio para amar el destino era el título de uno de sus apartados).

El dolor no debe ser un motivo 
para abrazar la posibilidad de otros mundos, 
sino para descubrir en éste 
una tarea heroica de amor. 
La conquista de este tipo de conocimiento 
sólo puede ejecutarse desde el amor fati, 
transferir la alegría al conocimiento 
instaurado desde una dinámica 
que no atenta contra lo vivo, 
una sabiduría que goza de jovialidad 
al deshacerse de las cadenas heredaras, 
sólo así, puede lograrse el proyecto 
más alto propugnado por cualquier 
filosofía: llegar a ser lo que somos.

El dolor es el indicativo de que algo poseído, 
que producía placer, provecho o poder, 
ha desaparecido, el dolor es la última forma 
en la que se presenta algo deseado 
que se ha perdido, y esto nos obliga 
precisamente a buscar 
alguna otra experiencia 
capaz de reconfortar las fuerzas. 
El dolor nos obliga a abrazar 
el destino si reconocemos 
en nuestra acción el motivo más alto
 de una lucha, si el dolor pretende negarse,
 anestesiarse o purificarse en los confines, entonces encontramos un tipo de fuerza 
que no es capaz de incorporar 
lo perdido como momento de expansión
 y sólo busca la conservación a
 costa del debilitamiento...
El eterno retorno simplifica
 la suma de condiciones 
de una moral que sólo puede ejecutarse 
en el que caso de que me quiera a mí mismo

Creo que al final hay algo de traición inevitable o inconsciente a las tesis de la ausencia de sentido o de dejar de propugnar hipócritamente salvaciones o redenciones.



Una mirada sin imposición de sentidos a lo real puede ser más propio del "amor fati" y quizá con tal desposesión no harán falta colores de ningún heroísmo, sino los propios y más vivos de la existencia inmanente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario